lunes, 28 de marzo de 2016

Programa

unlacol2

Departamento de Humanidades y Artes



Carrera: LICENCIATURA EN AUDIOVISIÓN


Materia: Taller de lectura y escritura profesional

Profesores: Lic. María Teresa García Bravo- Prof. Marina Bacher

Año y Cuatrimestre: 2016 – PRIMER CUATRIMESTRE

 

 

Fundamentación


Los procesos de lectura y escritura de textos académicos constituyen un aspecto fundamental de la vida universitaria que tradicionalmente no fue objeto de un trabajo específico. Sin embargo, las limitaciones en las competencias discursivas de los estudiantes que ingresan a la universidad constituyen una preocupación recurrente, que se ha acrecentado en los últimos años.
En este contexto, la comprensión y producción de textos académicos, tanto expositivos como argumentativos, es fundamental. Sin embargo, es destacable también, que la idea misma de “texto académico” se encuentra en tensión con la noción de texto y escritura “profesional”, suponiendo así, que es posible definir la especificidad de lo “profesional” más cerca de los requerimientos de cada disciplina que de la actividad académica en general.
En este sentido, el presente programa pretende proporcionar a los estudiantes herramientas para que puedan reflexionar acerca de sus propias prácticas de lectura y escritura a fin de que logre posicionarse como estudiante universitario, favoreciendo desde la enseñanza el acceso a los textos académicos y a los lenguajes disciplinares de las áreas de conocimiento específicas de la carrera elegida.

Cabe destacar que en virtud de experiencias anteriores es fundamental seleccionar una orientación programática, puede ser un tema, una problemática, un autor o una idea.
En esta oportunidad elegimos sumarnos a la conmemoración del 30 aniversario de la muerte de Jorge Luis Borges.  

Objetivos

*reflexionar sobre los procesos de comprensión y producción lingüística en el marco de los modelos comunicacionales y cognitivos;
*analizar los procesos de comprensión y producción textual atendiendo a las propias habilidades y dificultades discursivas;
*construir y consolidar estrategias metacognitivas;
*adquirir herramientas para la producción textual académico profesional.


Contenidos

Unidad 1 lenguaje, lectura, escritura.
Introducción al problema del lenguaje: lenguaje como convención social y como materialidad. Opacidad del lenguaje. Vínculo lectura-escritura: lectura y escritura como procesos cognitivos y socioculturales. Lectura y escritura como producción discursiva pautada y planificable. Condiciones de producción, circulación y recepción de los textos.

Textos de lectura obligatoria:
Alvarez, Germán y Laura Rosato, Borges, libros y lecturas, Catálogo de la colección Jorge Luis Borges en la Biblioteca Nacional, Buenos Aires, Ediciones Biblioteca Nacional, 2010. (selección)
Borges, Jorge Luis, “La forma de la espada”, Ficciones, Buenos Aires, Emecé, 1996.
------------------------- “Hombre de la esquina rosada”, http://www.literatura.us/borges/rosada.html, 4/2/2016.
Piglia Ricardo, Los diarios de Emilio Renzi, Años de formación, Buenos Aires, Anagrama, 2015. (selección)

Actividad práctica
Lectura de las resoluciones de consignas de cursadas pasadas
Trabajo con guía de lectura para los textos.


Unidad 2 tipologías textuales.
Diversidad textual y géneros discursivos: textos narrativos, descriptivos, instruccionales, expositivos y argumentativos. Estructura y contenidos narrativos. Momentos del relato. Estrategias explicativas (definición, comparación, ejemplificación, reformulación). La polifonía en el texto explicativo y las convenciones académicas para registrarla en el cuerpo del texto y en el paratexto. Estrategias argumentativas (definición, comparación, metáfora, reformulación). La polifonía en el texto argumentativo y las convenciones para construirla en diferentes géneros.

Textos de lectura obligatoria:
L. Villanueva, Las clases de Hebe Uhart, Buenos Aires, blatt y ríos, 2015. (selección)
M. Alvarado, Escritura e invención en la escuela, Buenos Aires, FCE, 2015. (selección)
I. Tinianov, El problema de la lengua poética, Buenos Aires, Dedalus Editores, 2010. (selección)
K. Goldsmith, Escritura no creativa. Gestionando el lenguaje en la era digital, Buenos Aires, Caja Negra, 2015. (selección)

Actividad práctica: elaboración de 4 cuestionarios de comprobación de lectura de dichos autores. Se entrega impreso, escrito e individual.

Unidad 3 el discurso académico.
Texto y paratexto (índice, tablas, gráficos, notas al pie). Formas de citación: citas directas o literales; citas indirectas o paráfrasis. Las fuentes bibliográficas. Géneros académicos: el informe, la monografía, la ponencia, el diseño de investigación (corpus y estado de la cuestión), el artículo científico, el examen. Características textuales y contextos de producción.  Planificación, puesta en texto, revisión.

Textos de lectura obligatoria:

A.A.V.V., Citadme diciendo que me han citado malhttp://biblioteca.cefyl.net/node/27408 (selección)
R. Marafioti, Los patrones de la argumentación,
Modelo de Informe de lectura (apunte de cátedra)
Selección de artículos específicos de cada carrera

Actividad práctica: elaborar un informe de lectura que incluya una breve interpretación/evaluación del artículo trabajado. Se entrega por escrito, de forma impresa e individual.


Unidad 4 el discurso profesional.
El texto dentro de un campo específico: catálogos, reseñas, folletos, crónicas. Diseño y construcción de especificidades. La dimensión gráfica del discurso. La materialidad de la escritura y el campo interdisciplinario. El ensayo como forma. Dimensión pragmática del discurso: ética y estética de la escritura.

Modelos para la actividad práctica final:
P. Katchadjian, El aleph engordado
M. Laufer, El aleph a dieta, http://www.miltonlaufer.com.ar/nodos/
K. Goldsmith, “Transcribir En el camino”, Escritura no creativa, Ed. Cit.
R Piglia, Borges, un escritor argentino, http://www.tvpublica.com.ar/articulo/borges-un-escritor-argentino/
Películas y otras intervenciones sobre textos de Borges.

Actividad práctica final: desarrollar una propuesta de trabajo que justificadamente suponga algún tipo de intervención en función de la cual se tematice o elabore la conmemoración de los 30 años de la muerte de Borges.
En atención a los aspectos específicos y distintivos de cada carrera, se insistirá en que los estudiantes desarrollen en esta instancia final una propuesta interdisciplinaria, es decir, un  trabajo inédito y original que desarrolle aquellos saberes entendidos y percibidos como más propios de su quehacer profesional junto a un aparato textual que tanto podrá constituirse en una explicación o fundamento de dicho trabajo; aunque también podría llegar a formar parte de él, en un sentido material, formando parte del “diseño mismo” de la obra presentada.  
Es fundamental insistir en el aspecto “multimedial” o “multisoporte” como parte de este nuevo y anhelado objetivo que es la escritura profesional.  Es decir, aquella en la que el texto escrito haga las veces de fundamento, explicación o fragmento que colabora con otras materialidades, como parte de un trabajo total.

Metodología
Las clases se dictarán siguiendo la modalidad del taller. Cada encuentro tendrá dos bloques. El primero, girará en torno a la lectura y discusión de un texto teórico del que se derivará una consigna de escritura, que podrá realizarse presencial o domiciliariamente. El segundo, será una instancia de socialización de la escritura, en donde cada tallerista se nutre del trabajo del resto de los talleristas al comprobar la experiencia de escritura a partir de una misma consigna.

Evaluación
Para acreditar la aprobación de la materia se exigirá un corpus compuesto por cinco consignas de escritura (que serán trabajadas a lo largo de las clases) y un trabajo escrito final, con perfil académico, sobre  un tema a concertar previamente con el docente. Dicho trabajo tendrá una extensión máxima de 5 pp.


Bibliografía

AA.VV. Teoría de la literatura de los formalistas rusos, México, Siglo XXI, 1999.
Albano S., Levit A., Rosemberg L., Diccionario de semiótica, Buenos Aires, Quadrata, 2005.
Aristóteles, Retórica, Madrid, Centro de estudios políticos y constitucionales, 1990.
Arnoux E. (dir). Pasajes. Escuela media- enseñanza superior. Propuestas en torno a la lectura y a la escritura. Buenos Aires, Biblos, 2009.
Arnoux E., Distéfano y Pereyra C., La lectura y la escritura en la universidad, Buenos Aires, Eudeba, 2002.
Asti Vera., Armando. Metodología de la investigación, Buenos Aires, Kapeluz, 1973.
Borges, Jorge Luis, Ficciones, Buenos Aires, Emecé, 1989.
Botta, M., Warley J., Tesis, tesinas, monografías e informes. Buenos Aires, Biblos, 2007.
Bajtín, Mijaíl. Estética de la creación verbal. Buenos Aires, Siglo XXI, 2011.
Barthes, Roland. Crítica y verdad, Madrid, Siglo XXI, 2005.
Barthes, Roland. SZ, Madrid, Siglo XXI, 1980.
Barthes, Roland. El placer del texto y lección inaugural. Buenos Aires, Siglo XXI, 2006.
Becker, Howard. Manual de escritura para científicos sociales. Cómo empezar y terminar una tesis, un libro o un artículo. Buenos Aires, Siglo XXI, 2014.
Díaz, Esther. Entre la tecnociencia y el deseo. Buenos Aires, Biblos, 2007.
Díaz, Esther. Metodología de las ciencias sociales. Buenos Aires, Biblos, 2010.
Eliot, T. S., Función de la poesía y función de la crítica, Barcelona, Tusquets, 1999.
Gandolfo, Elvio. El libro de los géneros. Ciencia ficción, policial, fantasía, terror. Buenos Aires, Norma, 2007.
García Negroni (coord.) El arte de escribir bien en español. Manual de corrección de estilo., Buenos Aires, Santiago  Arcos, 2006.
Marafioti, Roberto, Los patrones de la argumentación, Buenos Aires, Biblos, 2002.
Oberti, Liliana. Géneros literarios. Composición, estilo y contextos. Buenos Aires, Longseller, 2002.
Plantin, C., La argumentación, Barcelona, Ariel, 2002.
Reale, A. y Vitale A., La argumentación. Una aproximación retórico-discursiva. Buenos Aires, Ars Editorial, 1995.
Salgado, Hugo, La escritura y el desarrollo del pensamiento. En torno a los procesos de aprendizaje de la lengua, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2014.

Tobelem, Mario, El libro de grafein, Buenos Aires, Santillana, 1994. 

Guia de lectura para "Hombre de la esquina rosada"

Cuestionario sobre “Hombre de la esquina rosada”
1.      

S1. Señale el significado del término “tallar” atendiendo a su contexto de aparición.
Formule una hipótesis que indique por qué el texto usa ese término y otros como “laos”, “experiencia”,”soledá”, “juera”, “peliar”, “inoraba” y otras, en lugar de las expresiones usuales o escritas de manera estándar.

2.  EL texto dice “Sabía llegar de lo más paquete al quilombo en oscuro, con las prendas de plata” ¿Qué es un oscuro? Qué otros elementos encuentra nombrados en el texto a través del mismo recurso metonímico.

3.      3 ¿Qué función cumple en el texto la frase “Yo soy Francisco Real, un hombre del Norte. Yo soy Francisco Real, que le dicen el Corralero. Yo les he consentido a estos infelices que me alzaran la mano, porque lo que estoy buscando es un hombre. Andan por ahí unos bolaceros diciendo que en estos andurriales hay uno que tiene mentas de cuchillero , y de malo , y que le dicen el Pegador. Quiero encontrarlo pa que me enseñe a mi, que soy naides, lo que es un hombre de coraje y de vista?

4.      4 ¿Qué indica al nivel de los acontecimientos el abrazo de la Lujanera con Francisco Real?

5.      5 Rastree en el texto los momentos en los que se menciona a la Lujanera, y analice las distintas apariciones. La progresión del personaje, desde que se la nombra al principio, en qué términos se la describe, cuál es su rol en las acciones que tienen lugar en la historia, cuál es su aparición final. Indique cuál es la función de este personaje, la importancia constructiva que tiene para la historia narrada.

6.       6¿Cuál es la condición del barrio en el sucede el relato? El narrador utiliza el término “basura para referirse a él. ¿Qué supone eso?

7.       7.El cuento puede leerse como una disputa entre la cobardía y el coraje, como una disputa territorial o como una disputa por una mujer? ¿Cuál es su lectura? Argumente su elección.

8.      8. Arme una secuencia que registre las acciones del narrador ¿Con que progresión se va involucrando en los acontecimientos principales? Tome en cuenta lass siguiente frases: “Arriba de tres veces no lo traté, y ésas en una misma noche, pero es noche que no se me olvidará, como que en ella vino la Lujanera porque sí a dormir en mi rancho y Rosendo Juárez dejó, para no volver, el Arroyo.” “Pero la Lujanera, que era la mujer de Rosendo, las sobraba lejos a todas. Se murió, señor, y digo que hay años en que ni pienso en ella, pero había que verla en sus días, con esos ojos. Verla, no daba sueño.” ¿Qué indica esta relación entre la Lujanera y el narrador?


9.      9. Realice una reflexión comentando el final del cuento. Aquién indica el desenlace como asesino de Francisco Real?  ¿Qué justifica el asesinato? ¿Cuál es el lugar de Borges en ese final? Preste atención al hecho de que Borges aparece por duplicado, por un lado en tanto autor del texto, por otro como personaje que aparece en el cierre.
1  
1   10. Explique qué tienen en común los finales de "Hombre de la Esquina rosada" y el de "La forma de la espada"¿ Considera que es acertada la lectura que realiza Ricardo Piglia de ambos cuentos? Para responder tome en cuenta el siguiente fragmento de Piglia: 
E    

       "El cuento narra con una técnica que Borges había usado ya en “Hombre de la esquina rosada” y usaría después: está contado por un traidor y asesino como si fuera otro. Al que cuenta le cruza la cara “una cicatriz rencorosa” y circular. En un momento del cuento se enfrenta a un adversario que con una espada curva le marca la cara Uno se da cuenta entonces de que quien cuenta es el traidor porque la cicatriz lo identifica. Borges, sin embargo, sigue el relato y lo cierra con una explicación. “Borges”, dice, “yo soy Vincent Moon, ahora desprécienme”. Escuchó mi resumen del relato con gestos de afirmación y repitió en voz baja la frase “Sí…, ahora desprécienme”.
-¿No le parece que esa explicación está de más? Sobra, creo."





Clase 2



Hombre de la esquina rosadam
Historia universal de la infamia (1936)

A Enrique Amorim

         A mi, tan luego, hablarme del finado Francisco Real. Yo lo conocí, y eso que éstos no eran sus barrios porque el sabía tallar más bien por el Norte, por esos laos de la laguna de Guadalupe y la Batería. Arriba de tres veces no lo traté, y ésas en una misma noche, pero es noche que no se me olvidará, como que en ella vino la Lujanera porque sí a dormir en mi rancho y Rosendo Juárez dejó, para no volver, el Arroyo. A ustedes, claro que les falta la debida esperiencia para reconocer ése nombre, pero Rosendo Juárez el Pegador, era de los que pisaban más fuerte por Villa Santa Rita. Mozo acreditao para el cuchillo, era uno de los hombres de don Nicolás Paredes, que era uno de los hombres de Morel. Sabía llegar de lo más paquete al quilombo, en un oscuro, con las prendas de plata; los hombres y los perros lo respetaban y las chinas también; nadie inoraba que estaba debiendo dos muertes; usaba un chambergo alto, de ala finita, sobre la melena grasíenta; la suerte lo mimaba, como quien dice. Los mozos de la Villa le copiábamos hasta el modo de escupir. Sin embargo, una noche nos ilustró la verdadera condicion de Rosendo.
          Parece cuento, pero la historia de esa noche rarísima empezó por un placero insolente de ruedas coloradas, lleno hasta el tope de hombres, que iba a los barquinazos por esos callejones de barro duro, entre los hornos de ladrillos y los huecos, y dos de negro, dele guitarriar y aturdir, y el del pescante que les tiraba un fustazo a los perros sueltos que se le atravesaban al moro, y un emponchado iba silencioso en el medio, y ése era el Corralero de tantas mentas, y el hombre iba a peliar y a matar. La noche era una bendición de tan fresca; dos de ellos iban sobre la capota volcada, como si la soledá juera un corso. Ese jue el primer sucedido de tantos que hubo, pero recién después lo supimos. Los muchachos estábamos dende tempraño en el salón de Julia, que era un galpón de chapas de cinc, entre el camino de Gauna y el Maldonado. Era un local que usté lo divisaba de lejos, por la luz que mandaba a la redonda el farol sinvergüenza, y por el barullo también. La Julia, aunque de humilde color, era de lo más conciente y formal, así que no faltaban músicantes, güen beberaje y compañeras resistentes pal baile. Pero la Lujanera, que era la mujer de Rosendo, las sobraba lejos a todas. Se murió, señor, y digo que hay años en que ni pienso en ella, pero había que verla en sus días, con esos ojos. Verla, no daba sueño.
          La caña, la milonga, el hembraje, una condescendiente mala palabra de boca de Rosendo, una palmada suya en el montón que yo trataba de sentir como una amistá: la cosa es que yo estaba lo más feliz. Me tocó una compañera muy seguidora, que iba como adivinándome la intención. El tango hacía su voluntá con nosotros y nos arriaba y nos perdía y nos ordenaba y nos volvía a encontrar. En esa diversion estaban los hombres, lo mismo que en un sueño, cuando de golpe me pareció crecida la música, y era que ya se entreveraba con ella la de los guitarreros del coche, cada vez más cercano. Después, la brisa que la trajo tiró por otro rumbo, y volví a atender a mi cuerpo y al de la companera y a las conversaciones del baile. Al rato largo llamaron a la puerta con autoridá, un golpe y una voz. En seguida un silencio general, una pechada poderosa a la puerta y el hombre estaba adentro. El hombre era parecido a la voz.
          Para nosotros no era todavía Francisco Real, pero sí un tipo alto, fornido, trajeado enteramente de negro, y una chalina de un color como bayo, echada sobre el hombro. La cara recuerdo que era aindiada, esquinada.
          Me golpeó la hoja de la puerta al abrirse. De puro atolondrado me le jui encima y le encajé la zurda en la facha, mientras con la derecha sacaba el cuchillo filoso que cargaba en la sisa del chaleco, junto al sobaco izquierdo. Poco iba a durarme la atropellada. El hombre, para afirmarse, estiró los brazos y me hizo a un lado, como despidiéndose de un estorbo. Me dejó agachado detrás, todavía con la mano abajo del saco, sobre el arma inservible. Siguió como si tal cosa, adelante. Siguió, siempre más alto que cualquiera de los que iba desapartando, siempre como sin ver. Los primeros —puro italianaje mirón— se abrieron como abanico, apurados. La cosa no duró. En el montón siguiente ya estaba el Inglés esperándolo, y antes de sentir en el hombro la mano del forastero, se le durmió con un planazo que tenía listo. Jue ver ése planazo y jue venírsele ya todos al humo. El establecimiento tenía más de muchas varas de fondo, y lo arriaron como un cristo, casi de punta a punta, a pechadas, a silbidos y a salivazos. Primero le tiraron trompadas, después, al ver que ni se atajaba los golpes, puras cachetadas a mano abierta o con el fleco inofensivo de las chalinas, como riéndose de él. También, como reservándolo pa Rosendo, que no se había movido para eso de la paré del fondo, en la que hacía espaldas, callado. Pitaba con apuro su cigarrillo, como si ya entendiera lo que vimos claro después. El Corralero fue empujado hasta él, firme y ensangrentado, con ése viento de chamuchina pifiadora detrás. Silbando, chicoteado, escupido, recién habló cuando se enfrentó con Rosendo. Entonces lo miró y se despejo la cara con el antebrazo y dijo estas cosas:
          —Yo soy Francisco Real, un hombre del Norte. Yo soy Francisco Real, que le dicen el Corralero. Yo les he consentido a estos infelices que me alzaran la mano, porque lo que estoy buscando es un hombre. Andan por ahí unos bolaceros diciendo que en estos andurriales hay uno que tiene mentas de cuchillero , y de malo , y que le dicen el Pegador. Quiero encontrarlo pa que me enseñe a mi, que soy naides, lo que es un hombre de coraje y de vista.
          Dijo esas cosas y no le quitó los ojos de encima. Ahora le relucía un cuchillón en la mano derecha, que en fija lo había traído en la manga. Alrededor se habían ido abriendo los que empujaron, y todos los mirábamos a los dos, en un gran silencio. Hasta la jeta del milato ciego que tocaba el violín, acataba ese rumbo.
          En eso, oigo que se desplazaban atrás, y me veo en el marco de la puerta seis o siete hombres, que serían la barra del Corralero. El más viejo, un hombre apaisanado, curtido, de bigote entrecano, se adelantó para quedarse como encandilado por tanto hembraje y tanta luz, y se descubrió con respeto. Los otros vigilaban, listos para dentrar a tallar si el juego no era limpio.
          ¿Qué le pasaba mientras tanto a Rosendo, que no lo sacaba pisotiando a ese balaquero? Seguía callado, sin alzarle los ojos. El cigarro no sé si lo escupió o si se le cayó de la cara. Al fin pudo acertar con unas palabras, pero tan despacio que a los de la otra punta del salón no nos alcanzo lo que dijo. Volvió Francisco Real a desafiarlo y él a negarse. Entonces, el más muchacho de los forasteros silbó. La Lujanera lo miró aborreciéndolo y se abrió paso con la crencha en la espalda, entre el carreraje y las chinas, y se jue a su hombre y le metió la mano en el pecho y le sacó el cuchillo desenvainado y se lo dió con estas palabras:
          —Rosendo, creo que lo estarás precisando.
A la altura del techo había una especie de ventana alargada que miraba al arroyo. Con las dos manos recibió Rosendo el cuchillo y lo filió como si no lo reconociera. Se empinó de golpe hacia atrás y voló el cuchillo derecho y fue a perderse ajuera, en el Maldonado. Yo sentí como un frio.
         —De asco no te carneo —dijo el otro, y alzó, para castigarlo, la mano. Entonces la Lujanera se le prendió y le echó los brazos al cuello y lo miró con esos ojos y le dijo con ira:
          —Dejalo a ése, que nos hizo creer que era un hombre.
Francisco Real se quedó perplejo un espacio y luego la abrazó como para siempre y les gritó a los musicantes que le metieran tango y milonga y a los demás de la diversión, que bailaramos. La milonga corrió como un incendio de punta a punta. Real bailaba muy grave, pero sin ninguna luz, ya pudiéndola. Llegaron a la puerta y grito:
          —¡Vayan abriendo cancha, señores, que la llevo dormida!
          Dijo, y salieron sien con sien, como en la marejada del tango, como si los perdiera el tango.
          Debí ponerme colorao de vergüenza. Dí unas vueltitas con alguna mujer y la planté de golpe. Inventé que era por el calor y por la apretura y jui orillando la paré hasta salir. Linda la noche, ¿para quien? A la vuelta del callejón estaba el placero, con el par de guitarras derechas en el asiento, como cristianos. Dentre a amargarme de que las descuidaran así, como si ni pa recoger changangos sirviéramos. Me dió coraje de sentir que no éramos naides. Un manotón a mi clavel de atrás de la oreja y lo tiré a un charquito y me quedé un espacio mirándolo, como para no pensar en más nada. Yo hubiera querido estar de una vez en el día siguiente, yo me quería salir de esa noche. En eso, me pegaron un codazo que jue casi un alivio. Era Rosendo, que se escurría solo del barrio.
         —Vos siempre has de servir de estorbo, pendejo —me rezongó al pasar, no sé si para desahogarse, o ajeno. Agarró el lado más oscuro, el del Maldonado; no lo volví a ver más.
          Me quedé mirando esas cosas de toda la vida —cielo hasta decir basta, el arroyo que se emperraba solo ahí abajo, un caballo dormido, el callejón de tierra, los hornos— y pensé que yo era apenas otro yuyo de esas orillas, criado entre las flores de sapo y las osamentas. ¿Que iba a salir de esa basura sino nosotros, gritones pero blandos para el castigo, boca y atropellada no más? Sentí después que no, que el barrio cuanto más aporriao, más obligación de ser guapo.
          ¿Basura? La milonga déle loquiar, y déle bochinchar en las casas, y traía olor a madreselvas el viento. Linda al ñudo la noche. Había de estrellas como para marearse mirándolas, una encima de otras. Yo soy Francisco Real, un hombre del Norte. Yo soy Francisco Real, que le dicen el Corralero. Yo les he consentido a estos infelices que me alzaran la mano, porque lo que estoy buscando es un hombre. Andan por ahí unos bolaceros diciendo que en estos andurriales hay uno que tiene mentas de cuchillero , y de malo , y que le dicen el Pegador. Quiero encontrarlo pa que me enseñe a mi, que soy naides, lo que es un hombre de coraje y de vista.Hasta de una mujer para esa noche se había podido aviar el hombre alto. Para esa y para muchas, pensé, y tal vez para todas, porque la Lujanera era cosa seria. Sabe Dios qué lado agarraron. Muy lejos no podían estar. A lo mejor ya se estaban empleando los dos, en cualesquier cuneta.
          Cuando alcancé a volver, seguía como si tal cosa el bailongo.
Haciéndome el chiquito, me entreveré en el montón, y vi que alguno de los nuestros había rajado y que los norteros tangueaban junto con los demás. Codazos y encontrones no había, pero si recelo y decencia. La música parecia dormilona, las mujeres que tangueaban con los del Norte, no decían esta boca es mía.
         Yo esperaba algo, pero no lo que sucedió.
         Ajuera oimos una mujer que lloraba y después la voz que ya conocíamos, pero serena, casi demasiado serena, como si ya no juera de alguien, diciéndole:
          —Entrá, m'hija —y luego otro llanto. Luego la voz como si empezara a desesperarse.
         —¡Abrí te digo, abrí gaucha arrastrada, abrí, perra! —se abrió en eso la puerta tembleque, y entró la Lujanera, sola. Entró mandada, como si viniera arreándola  alguno.
         —La está mandando un ánima —dijo el Inglés.
         —Un muerto, amigo —dijo entonces el Corralero. El rostro era como de borracho. Entró, y en la cancha que le abrimos todos, como antes, dió unos pasos marcados —alto, sin ver— y se fue al suelo de una vez, como poste. Uno de los que vinieron con él, lo acostó de espaldas y le acomodó el ponchito de almohada. Esos ausilios lo ensuciaron de sangre. Vimos entonces que traiba una herida juerte en el pecho; la sangre le encharcaba y ennegrecia un lengue punzó que antes no le oservé, porque lo tapó la chalina. Para la primera cura, una de las mujeres trujo caña y unos trapos quemados. El hombre no estaba para esplicar. La Lujanera lo miraba como perdida, con los brazos colgando. Todos estaban preguntándose con la cara y ella consiguió hablar. Dijo que luego de salir con el Corralero, se jueron a un campito, y que en eso cae un desconocido y lo llama como desesperado a pelear y le infiere esa puñalada y que ella jura que no sabe quién es y que no es Rosendo. ¿Ouién le iba a creer?
          El hombre a nuestros pies se moría. Yo pensé que no le había temblado el pulso al que lo arregló. El hombre, sin embargo, era duro. Cuando golpeó, la Julia había estao cebando unos mates y el mate dió Ia vuelta redonda y volvío a mi mano, antes que falleciera. “Tápenme la cara”, dijo despacio, cuando no pudo más. Sólo le quedaba el orgullo y no iba a consentir que le curiosearan los visajes de la agonía. Alguien le puso encima el chambergo negro, que era de copa altísima. Se murió abajo del chambergo, sin queja. Cuando el pecho acostado dejó de subir y bajar, se animaron a descubrirlo. Tenía ese aire fatigado de los difuntos; era de los hombres de más coraje que hubo en aquel entonces, dende la Batería hasta el Sur; en cuanto lo supe muerto y sin habla, le perdí el odio.
         —Para morir no se precisa más que estar vivo —dijo una del montón, y otra, pensativa también:
          —Tanta soberbia el hombre, y no sirve más que pa juntar moscas.
         Entonces los norteros jueron diciéndose un cosa despacio y dos a un tiempo la repitieron juerte después.
         —Lo mató la mujer.
         Uno le grito en la cara si era ella, y todos la cercaron. Ya me olvidé que tenía que prudenciar y me les atravesé como luz. De atolondrado, casi pelo el fiyingo. Sentí que muchos me miraban, para no decir todos. Dije como con sorna:
          —Fijensén en las manos de esa mujer. ¿Que pulso ni que corazón va a tener para clavar una puñalada?
         Añadí, medio desganado de guapo:
          —¿Quién iba a soñar que el finao, que asegún dicen, era malo en su barrio, juera a concluir de una manera tan bruta y en un lugar tan enteramente muerto como éste, ande no pasa nada, cuando no cae alguno de ajuera para distrairnos y queda para la escupida después?
         El cuero no le pidió biaba a ninguno.
         En eso iba creciendo en la soledá un ruido de jinetes. Era la policía. Quien más, quien menos, todos tendrían su razón para no buscar ese trato, porque determinaron que lo mejor era traspasar el muerto al arroyo. Recordarán ustedes aquella ventana alargada por la que pasó en un brillo el puñal. Por ahí paso después el hombre de negro. Lo levantaron entre muchos y de cuantos centavos y cuanta zoncera tenía lo aligeraron esas manos y alguno le hachó un dedo para refalarle el anillo. Aprovechadores, señor, que así se le animaban a un pobre dijunto indefenso, después que lo arregló otro más hombre. Un envión y el agua torrentosa y sufrida se lo llevó. Para que no sobrenadara, no se si le arrancaron las vísceras, porque preferí no mirar. El de bigote gris no me quitaba los ojos. La Lujanera aprovechó el apuro para salir.
          Cuando echaron su vistazo los de la ley, el baile estaba medio animado. El ciego del violín le sabía sacar unas habaneras de las que ya no se oyen. Ajuera estaba queriendo clariar. Unos postes de ñandubay sobre una lomada estaban como sueltos, porque los alambrados finitos no se dejaban divisar tan temprano.
          Yo me fui tranquilo a mi rancho, que estaba a unas tres cuadras. Ardía en la ventana una lucecita, que se apagó en seguida. De juro que me apure a llegar, cuando me di cuenta. Entonces, Borges, volví a sacar el cuchillo corto y filoso que yo sabía cargar aquí, en el chaleco, junto al sobaco izquierdo, y le pegué otra revisada despacio, y estaba como nuevo, inocente, y no quedaba ni un rastrito de sangre.

lunes, 21 de marzo de 2016

Clase 1

Bienvenidos al blog del Taller de lectura y escritura profesional del Departamento de Humanidades y Artes de la UNLa.
Utilizaremos este espacio para subir algo del material que utilizaremos a lo largo de la cursada.
Nuestra via de comunicación oficial es a través del aula virtual del campus de la UNLa. Hasta tanto no estén todos registrados allí, dejaremos también en este espacio el material de trabajo.

En la primer clase leeremos un fragmento de los Diarios de Emilio Renzi, de Ricardo Piglia y un cuento de Borges, "La forma de la espada", que forma parte de Ficciones.

Aquí están los links para que accedan a ambos textos:


https://www.yumpu.com/es/document/view/14308391/la-forma-de-la-espadapdf

https://d.docs.live.net/8a8c2abadcaf607a/Documentos/Ricardo%20Piglia.%20Los%20diarios%20de%20Emilio%20Renzi.docx



Para la segunda clase, seguiremos trabajando con Borges y Piglia. A los textos anteriores le agregamos otro cuento: "Hombre de la esquina rosada".

Aquí el link    http://www.literatura.us/borges/rosada.HTML


Les dejo también el programa de la materia, donde se especifican las lecturas obligatorias y los textos con los que vamos a ir trabajando.

https://d.docs.live.net/8a8c2abadcaf607a/Documentos/Programa%20Lectura%20y%20Escritura%202016.docx